martes, 27 de diciembre de 2011

Como toda señorita, bien histeriquita

Se presenta. Hola. Me busca. Me importa poco. Pasa el tiempo, estoy aburrida. Se hace casi mutuo. Lo veo. No me gusta, estoy aburrida, me gusta. Vuelvo a casa contenta. Me gustó. Pero del otro lado, cero. Me encantó. Pasan los días, me gusta. Vuelvo a verlo y me encanta. Se niega y me gusta mil veces más, y si, no lo conozco nada pero casi diría que verlo sonreír de esa manera tan particular me revuelve las neuronas de una manera difícil de explicar.

No, querido, no tiene nada que ver con vos, no te sientas tan bien. No sos tan especial. Simplemente soy yo, que cualquiera que aparece como "más complicado que cualquier hombre que está dispuesto a estar con cualquier espécimen del sexo femenino más allá de su estado civil" puede volverme loca de un segundo a otro.

Tal vez soy yo, tal vez somos todas un poco así y yo todavía lo soy más, o tal vez todas somos tan histéricas como yo, solo que soy de las pocas que lo acepta y se hace cargo. Es mi maldita cruel realidad, que espero que cambie, porque, después de todo el proceso previamente explicado suele pasar la parte en que las cosas se dan vuelta. De repente me veo buscada, estoy feliz, pero me aburro. Así como me aburro de ese primer estado neutro, también me aburro del otro. Convengamos que la que peor lo pasa acá soy yo, señorita nunca conforme.

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